La religión y el romance brillan en los talleres de velas de Oaxaca

En una calle lateral polvorienta, cerca del corazón del pueblo de Teotitlán del Valle, Oaxaca, Liliana Ruiz López y su familia tienen un taller de fabricación de velas llamado Velas San Pascual. Fue fundada en 2011, pero la familia ha ido transmitiendo la tradición de la fabricación de velas durante tres generaciones.
Según Liliana, “la mayoría de los candeleros aquí en Teotitlán heredaron el trabajo de nuestros bisabuelos”.
Y el conocimiento transmitido de generación en generación muestra: sus impactantes creaciones cuelgan de las paredes y llenan las mesas en un abundante festín para los ojos. Velas de todas las formas, tamaños y colores. Los colores tampoco son aleatorios: cada color diferente representa rasgos de personalidad específicos: blanco para la pureza, azul para la serenidad y naranja para la vitalidad.
Liliana me invitó a subir al segundo piso, donde se encuentra el lado práctico del taller.
El aire es dulce con el aroma de la cera de abejas local en proceso de fusión. La cera naturalmente amarilla se convierte en cuencos delgados sumergiendo una jícara (calabaza) en el líquido. Estos cuencos se ponen luego al sol para que se decoloren, creando una base blanca para colorear con tintes naturales.
Mientras Liliana me mostraba los alrededores, sus primos trabajaban en intrincadas flores de cera. Estaban haciendo pétalos utilizando moldes de madera sumergidos en cera caliente antes de sumergirlos en agua fría.
Originalmente estas velas se conocían como velas de concha porque las conchas se usaban como moldes para hacer las flores.
Luego, las flores se unen a la base de los tallos altos de las velas para hacer un arreglo ornamentado. Hacen el tallo colgando mechas de algodón de un anillo de metal suspendido.
Los artesanos bañan cada mecha en cera, formando capas: las velas ceremoniales pueden tener casi 2 metros de altura, requieren cientos de “baños” de cera y semanas de paciente trabajo.
Tradicionalmente, estas velas se usaban como parte de un ritual de propuesta de matrimonio.
Lila describió cómo en Teotitlán, “al pedir la mano de una novia, es importante llevar estas velas como símbolo de espiritualidad, abundancia y prosperidad, y para unir a la familia de los novios.
“La luz, o el fuego, es lo que guiará el camino de esa pareja”, dijo.
Liliana recuerda que cuando su esposo Gregorio Montaño Pablo le propuso matrimonio, él trajo una cantidad inmensa de velas.
“Toda su familia participó. Participó toda mi familia. Es muy lindo ser parte de esta tradición”.
La otra razón principal para hacer velas fue por la Iglesia Católica. Se esperaba que estas velas fueran una donación, en lugar de una venta comercial.
Una de las primeras veladoras en contrarrestar esta tradición fue la maestra Viviana. Después de que su esposo enfermó, comenzó a vender velas para mantener a su familia. La polémica llevó a Viviana a quedar marginada durante muchos años.
Afortunadamente, Viviana perseveró y las restricciones llevaron a la innovación en sus velas. Ahora es una inspiración para muchos y ha ayudado a revivir la práctica de la fabricación de velas. Sus esfuerzos allanaron el camino para talleres como San Pascual, y ahora las elegantes velas de Teotitlán se pueden encontrar en todo el mundo.
Anna Bruce es una galardonada fotoperiodista británica que reside en Oaxaca, México. Algunos de los medios de comunicación con los que ha trabajado incluyen Vice, The Financial Times, Time Out, Huffington Post, The Times of London, BBC y Sony TV. Obtenga más información sobre su trabajo en su sitio web o visítela en las redes sociales en Instagram o en Facebook .